“Quien tiene un negocio, tiene una fábrica de crear y resolver problemas” esta frase la dije una vez y desde entonces la tengo como una de las verdades más puras que atesoro. Creo que todo emprendedor debería tener claro lo que tiene o a lo que se enfrenta a la hora de comenzar un proyecto.
A la mayoría se nos ha dicho siempre que el objetivo de un negocio es darle solución a los problemas de otros, a cambio de dinero. Dicha afirmación es en parte cierta, si lo pensamos bien al final nuestro negocio no es más que “una forma de resolver problemas, con un logo y un nombre”. Lo gracioso es que en la búsqueda de soluciones para estos problemas generamos nuestros propios inconvenientes, algunos pueden ser solucionados por otras empresas, pero otros (la mayoría) debemos solucionarlos nosotros mismos, y de esto pocas veces se habla.
Para poder realizar un trabajo de calidad, da igual si lo que vendemos es un producto o servicio, hay una cadena de problemas generados por nuestra “fábrica” de crear y resolver a los que les debemos dar solución. Estos problemas no son siempre los mismos, por lo que los emprendedores debemos tener una cuota alta de adaptabilidad e inventiva para salir victoriosos.
Si una empresa se centra solamente en resolver los problemas del cliente, al final termina muriendo. Es como en el Titanic, nuestro negocio sería Jack y el cliente Rose: si no atendemos nuestros propios problemas, nuestra capacidad de ayudar al cliente es limitada, les entregamos una tabla para salvarlos, pero no podremos después hacer nada por ellos, porque moriremos congelados.
A menudo, es necesario detenerse y mirar hacia dentro: buscar cuellos de botella, indisciplinas que dificultan el trabajo, necesidades de superación, así como controles de calidad que nos permitan tener nuestra propia tabla y desde ahí extender la mano para que quien lo necesite nos de la mano y nosotros… ponerle a salvo.
Tomado del blog de Negolution