China, el gigante y milenario país asiático, no deja de sorprendernos. Con una historia tan vasta que abarca casi todos, por no decir todos, los sectores de la vida, va mostrando en la actualidad un desarrollo impresionante.
Desde sus grandes inventos de antaño como el papel, la imprenta, la brújula o la pólvora, aún hoy es posible seguir aprendiendo de ella, de sus costumbres, sus maneras de hacer, su cultura. Aunque a veces creamos que está muy lejos, no solo geográficamente, sino también por la lejanía que provoca cualquier idioma diferente, lo cierto es que siempre es posible aprender algo; y China tiene mucho que enseñar.
En las últimas décadas, China ha mostrado un crecimiento económico bastante notable. Ha pasado de ser un país desconocido a comenzar a aparecer en muchos titulares por sus notables logros en materia de avances sociales o tecnológicos. Incluso, económicamente hablando, los progresos de China no son nada despreciables; no por gusto los pronósticos avizoran que en poco tiempo puede llegar a convertirse en la primera economía a nivel mundial.
Siempre es posible aprender de todo y de todos; a veces quien menos esperamos nos da una lección de vida incluso sin proponérselo. China tiene muchas cosas buenas que aportar, especialmente desde el punto de vista financiero. Tal vez una visión diferente puede hacernos reflexionar sobre nuestras prácticas y ayudarnos a mejorar. Por eso, en el marco de las jornadas en que se celebra el advenimiento del año nuevo chino, nos parece coherente acercarnos y conocer un poco sobre aquellas valiosas lecciones de la cultura financiera china.
1. Sin temor a negociar o regatear
En un negocio, llegar a un consenso entre las partes sobre el precio justo de un producto, y que sea de mutuo acuerdo, no es tarea fácil. Sin embargo, en la cultura financiera china, el regateo es una de las prácticas más comunes. Por ejemplo, en los mercados públicos es muy natural ver a cliente y vendedor sosteniendo una interesante conversación sobre el precio más adecuado para un producto. Casi siempre llegan a un acuerdo y ambos salen contentos de la negociación. Por un lado, el cliente logró una rebaja del producto a su favor, y por el otro, el vendedor logró concretar una venta sin que esta le afectara el negocio. En esencia, logran juntos establecer un precio que se ajuste tanto a lo que espera el comprador pagar por el producto, como a lo que espera el comerciante poder venderlo.
Lo que sucede con la mayoría de las personas en culturas donde esto no es común, es que si bien nos alegramos cuando logramos una rebaja, también nos sentimos incómodos de regatear. Entre las razones de esto se encuentra el hecho de que pensamos que con ello estamos afectando al vendedor, demeritando su producto o avergonzados de no poder pagar tanto. Sin embargo, esto no es así. De una negociación pueden salir beneficiadas ambas partes, y a su vez, se logra generar un intercambio entre cliente y vendedor que puede ser beneficioso. Para poder regatear, es necesario despojarse de cualquier vergüenza, pero eso sí, hacerlo no puede significar perjudicar al otro en ningún sentido. Por eso, es recomendable verificar con anterioridad cual sería el mejor precio a pagar por el producto que deseamos comprar, para así contar con un referente alrededor del cual intencionar la rebaja.
De esta práctica cotidiana entre personas se deriva que las empresas chinas sean tan buenas negociando. Sus habilidades para ello evidentemente se van forjando a partir de su idiosincrasia y repercuten positivamente en la esfera de las finanzas. Así, digamos que “intuitivamente” y con aprendizajes basados en la práctica y la experiencia, los individuos como las empresas, van desarrollando la habilidad de reconocer cuándo y cómo realizar los movimientos oportunos en una negociación.
2. Diversificación de la inversión y los ingresos
En la cultura financiera china es común que las personas realicen inversiones, y no solo eso, sino que las diversifiquen. Ellos están bien conscientes que las cosas y los estatutos no son inmutables, por lo tanto, ven acertado poseer varias fuentes de ingresos, de ahí que diversifiquen sus inversiones. Por lo general, cuando tienen un negocio, suelen reinvertir en él y hasta incluso valoran las posibilidades de abrir otro o invertir en otro. Por eso, no es extraño ver a alguno con más de un negocio. De hecho, en muchos casos, además de tener un trabajo diario, pueden pensar en abrir también un pequeño negocio secundario o trabajo independiente, como freelancers. La idea es no desperdiciar la oportunidad de un ingreso extra y aprovechar el tiempo a su favor. Su estilo de trabajo también los impulsa a eso.
3. Trabajo duro y constante
Una de las filosofías de la cultura china que se refleja en el sector financiero es precisamente el trabajo duro. Ellos saben que solo así es posible lograr las metas propuestas. Cuando se establecen un objetivo, trabajan lo necesario para logarlo, incluso aunque deban realizar sacrificios para ello. Son perseverantes, constantes, y no suelen desistir hasta no alcanzar lo que se busca. En contraste, muchos de nosotros desistimos al poco tiempo de emprender algo cuando no vemos resultados a corto plazo.
Los chinos trabajan con visión larga, proyectando hacia el futuro y sabiendo que de lo que se haga al inicio dependerá el posible éxito en el futuro. De ahí que sean capaces de postergar la gratificación hasta lograr lo proyectado. A su vez, tienen la práctica de trabajar por metas concretas, en lugar de por tiempo; de ahí que no sea raro verlos trabajando en exteriores incluso en días lluviosos.
4. Proactividad
En China nadie espera a que las cosas le sucedan, sino que salen a buscarlas. Es con ese trabajo constante y de empuje que logran alcanzar lo que se proponen. No se sientan a esperar que las oportunidades lleguen, sino que ellos mismos las crean. Entretanto, se mantienen preparándose para estar en mejores condiciones para aprovecharlas. No pierden el tiempo, sino que lo invierten, ya sea en trabajo, preparación o buscando nuevos ingresos y oportunidades.
Tomado del blog Tropipay