Mercado inmobiliario en Cuba. Segunda Parte.

Movimiento geográfico, búsqueda de capacidad y espacio, son las principales aspiraciones que animan este mercado, que a pesar de las anomalías con que se desarrolla, tiene, a su juicio, aspectos positivos.

 

El doctor Trefftz se refirió al problema global de la gentrificación, especialmente presente en ciudades con importante potencial turístico y relevancia económica, consistente en la transformación de un espacio urbano deteriorado o en declive, a partir de la reconstrucción o rehabilitación edificatoria, con mayores alturas que las preexistentes, y que provoca un aumento de los alquileres o del costo habitacional en estos espacios, así como que los residentes tradicionales abandonen el barrio y que se sitúen en espacios más periféricos. Opinó que este no es ahora mismo un problema en Cuba, con un 84 % de propietarios de viviendas, una de las cifras más altas del mundo, pero que no debe perdérsele la pista.

 

El gestor inmobiliario Yoanni Cantillo, uno de los actores directos en este mercado, a partir de la experiencia de la agencia inmobiliaria que dirige, La Isla, dijo que la dinámica del sector fue creciente hasta el 2017, cuando la política norteamericana cambió de modo drástico hacia Cuba con la llegada de Donald Trump, a lo que se sumó la decisión del país de paralizar las actividades por cuenta propia. “Las ventas en el sector se redujeron 50 %”, señaló.

 

“Muchos inmuebles se han recuperado y han logrado embellecerse, se aprecia dinamismo comercial, variedad de ofertas, generación de empleos, y hasta cierto punto también se han reorganizado espacios urbanos. Se favorece a la ciudad, pues los impuestos benefician directamente a los gobiernos territoriales, aunque quedan problemas no resueltos como los desechos y las luminarias”, comentó.

 

Estas bondades en la dinámica del mercado inmobiliario en la ciudad conviven con deformaciones, como son el incumplimiento de los términos establecidos en las licencias de obras aprobadas por parte de los propietarios, así como los inconvenientes que la posibilidad de abrir negocios, y hacerlo en espacios no apropiados, trae a las comunidades –ruido, daños al medio ambiente, falta de higiene, entre otros.

 

Ahora bien, ¿en qué medida estas distorsiones van más allá de las transacciones de viviendas y de las reglas del mercado inmobiliario? ¿En qué medida la supervalorización de la vivienda a la que asistimos hoy, está transformando el tejido social y la economía de la vivienda, en lugar de facilitar la solución de la vivienda social? ¿Hasta qué punto la normalización de la compra-venta va acompañada de sacar a flote los mecanismos informales, los subterfugios y violaciones generados por tantos años de prohibición?, reflexionó el moderador Rafael Hernández.

 

Desde el público, nueve personas agregaron inquietudes, y tocaron numerosos aspectos. ¿Cuándo se compra y vende una vivienda, se está comprando y vendiendo el suelo? ¿Ofrecen las regulaciones actuales claridad sobre este asunto? ¿Cómo está funcionando la dinámica de los precios de los inmuebles, la oferta y demanda? ¿Cómo se impulsa la construcción de la vivienda social?

 

La reconstrucción y recuperación de la ciudad y los inmuebles, y el rol que pueden jugar los ciudadanos en este empeño, no solo por su belleza sino porque es el espacio donde transcurre la vida de las personas, formó también parte del debate.

 

Si los propietarios no aportan al fondo común de restauración de las edificaciones, se acentúa el deterioro del fondo habitacional, reflexionaron desde el público. Se colocó en el debate el hecho de que los problemas del mercado inmobiliario son también un síntoma de la crisis de valores que hoy vive la sociedad, y donde quien tiene dinero, determina, entre otras cosas, quien compra o no una vivienda.

 

En  la ronda de comentarios y respuestas del panel, Yoanni Cantillo subrayó que el mercado limita zonas y segmenta.

 

“El suelo urbano es un tema no tocado en Cuba, y en tanto no se resuelva, y se organice en un cuerpo legal, será difícil regular un tema como la especulación de los precios”, reflexionó por su parte R. Erich Treffetz.

 

Para el economista urbano Ricardo Núñez, se trata de armonizar las miradas a corto y largo plazo, y conectar elementos. El mercado inmobiliario anticipa expectativas futuras, y cambia el valor del suelo público o privado, a partir de la planificación de la ciudad. “El suelo repercute en el valor de las viviendas, funciona como un diferencial”, dijo.

 

Opinó que, en Cuba, aún este mercado no genera importantes dinámicas de la ciudad, está estancado. Se hace necesario ampliar ese stock y hoy no se construye. “En una ciudad plural, de muchos, la idea de no sentirse excluido resulta vital”, agregó el experto, quien identificó algunas de las señales de hacia dónde ir.

 

En ese sentido, manifestó la importancia de diferenciar ciudades como La Habana, por su complejidad y riqueza, del resto de los circuitos de asentamientos urbanos. Convertir las remesas en un mecanismo eficiente, incrementar el fondo inmobiliario, crear cooperativas donde pueda existir corresponsabilidad financiera entre las mismas y los gobiernos locales que garanticen calidad de la inversión, completar marcos legales y hacer perfeccionamientos, son posibles caminos, destacó.

 

“Hacer ciudades, no viviendas, de lo contrario estaremos en un barco que da muchas vueltas y no podrá llegar a un destino cierto y feliz”, concluyó Núñez.

 

Tomado de la Revista Temas.